6 de junio de 2011

Bohemia y seducción, un caso esotérico



EPÍLOGO
De la novela Tantos Juanes o la venganza de la Sota
M.L.L


Bohemia y seducción, un caso esotérico
Juanerma Orígenes Alemán García


Traducida por María L. Lázzaro


¿Por qué la bohemia? ¿Qué es en profundidad? ¿Es necesidad para la escritura, el arte, como proceso creador? ¿Igual la seducción, su otra cara? Son las interrogantes que nos planteamos cuando seguimos muy de cerca el desenvolverse de muchos artistas. Por supuesto, queda un excedente, posiblemente mínimo: la bohemia no sólo es ejercitada físicamente, también deviene mente que se esparce, entre tormenta y paz, amor, desamor, boleros, rancheras, imaginación… sin salir del espacio donde gravita la soledumbre.

La diferencia entre el absolutamente místico y el absolutamente bohemio es que el primero vive solamente su interioridad, el segundo vive sólo su exterioridad. Sin embargo es posible y hasta necesario un punto de equilibrio entre el adentro y el afuera. De otra forma se rechazaría la interrelación o alteridad con los otros, o consigo mismo; dos formas de enriquecernos.

Sin lugar a dudas, el acto de la escritura no puede tener otro espacio que el de la soledad. Aun la necesidad de salir vacíos, a casas, calles, gentes, bares, fiestas, ruidos. Llenarnos de melodía, fragmentos, historias, miradas, estremecimientos, frases, vida, sueños, angustias, dudas, agua, tierra, charco, astillas, brisa, grito, amor, fantasmas, pesadumbre, alegría.

Entonces, regresar colmados para la ofrenda de la escritura. Pocos escritores (as), como artistas de la palabra y los sueños, pueden desligarse de la bohemia-seducción. Tal vez los místicos… aunque en el fondo de todos los fondos está allí, sutil; especialmente en los huesos más descalcificados.

Hay quienes seducen para ser leídos, o para ser invitados a revelar sus capacidades y aptitudes; no es este tipo de espécimen calculador el que interesa para esta investigación seria de la seducción como parte del proceso creador. Como tampoco interesa el seductor o la seductora que necesitan cambiar de hombro y pecho de acuerdo a su estado de ánimo o circunstancias.

Se trata más bien, de aquellos para quienes la fascinación es percibida –aún de manera inconsciente– como una energía lumínica que estimula la producción masiva de noradrenalina y norepinefrina, al despertarse los centros magnéticos vitales, los chacras, responsables del vigor creador.

El primero, el segundo y el cuarto chacra (fundamental, umbilical y cardíaco) tienen relación directa con la libido, el Kundalini, la serpiente que se mueve ondulante hasta los chacras terminales (frontal y coronario) sexto y séptimo chacra (Cf. Leadbeater, Los chacras. Bs. As. Kier, 1977). En estos últimos, los superiores, se abre el entendimiento al revertirse en voltios, hormonas y substancias adrenérgicas; desde las dendritas hasta los axones, recorriendo vastas extensiones del cuerpo a partir de los plexos nerviosos. Suerte de retroalimentación para la escritura, la pintura, la música; cualquier forma de arte.

No es extraño que cada uno de los chacras se localicen, o muy cercanos, o en órganos endocrinos, de secreción interna (gónadas, páncreas, suprarrenales, tiroides, hipófisis o pituitaria, y en la epífisis o glándula pineal: asiento del tercer ojo).

Ahora bien, el asunto es más complicado, tan complicado como lo sea el mismo creador o creadora, puesto que si el objeto de la seducción se materializa en sujeto amado, explorado, tocado, estrujado, se desinfla la potencialidad visiva y extrasensible del Kundalini, regresando a la dormidera inicial. En los casos más graves, cuando la serpiente se desanda en vertiginosos movimientos epilépticos que escapan al dominio del artista, éste, paga con su vida, puesto que en la musculatura del corazón, asiento del chacra cardíaco, se desata una indetenible fibrilación que conduce violentamente y sin contemplaciones a la isquemia total del miocardio.

Por ello se debe ser cuidadoso en el manejo y provocación de esta energía, ya que expande la imaginación y la inteligencia creadora, como el estado de supraconciencia en el místico, aunque por otros medios y otros fines (Cf. Johari, Harish. Los chacras. Madrid, Edaf/Nueva era, 1991).

El alto voltaje, generado sin el transformador de la conciencia crítica, causaría la carbonización tanto del cuerpo físico como del etéreo fantasioso, dado que la energía en lugar de dirigirse a los centros vitales superiores, desciende para empozarse en los glomérulos intersticiales de las gónadas, adrenalizadas ya de manera exagerada por las retinas del campo visual, cuyos axones terminales descansan en cada poro de la piel. La corriente kundalínica atraviesa todo el cuerpo, desde el extremo norte hasta el extremo sur. En otras palabras, no hay tejido epitelial y profundo que no esté cimbrado por la corriente inalterna del generador sensitivo de la seducción.

El peligro, como bien se observó anteriormente, es grande si no se eligen con inteligencia las posibilidades a utilizar, en el gasto de la dichosa energía, que se debe dosificar… de manera que genere por lo menos cincuenta cuartillas diarias del libro que estamos por escribir. Al no tener el feedback amoroso con el objeto de la seducción, la energía, cual partícula de hidrógeno altamente expansible, sembraría embolias en los vasos comunicantes, en lugar de poemas o novelas; lo que traería como consecuencia explosión de glóbulos, dispersión de Fe (hierro) y O2 (oxígeno); por lo tanto isquemia miocárdica y cerebrovascular. Esto, sin contar con la desesperanzada desesperación del objeto de seducción, quien al no ser consumido como sujeto substantivo no común denominador, estalla en cólera o delirium tremendus, movilizando su masa corporal hacia otro espacio, más amorosamente humano, es decir, menos artístico o estético. Razón por la que se debe estar consciente de la soledad en la que se termina, después de tantas cuartillas impulsadas por la susodicha energía vibratoria, que provoca muchas obras en el haber, y aún en el deber como potencialidad a corto plazo.

Un ejercicio excelente para echar a andar los chacras, las ruedas magnéticas que regulan la producción de noradrenalina y norepinefrina responsables del deseo de amar y de crear (recuérdese que se debe escoger una de las dos posibilidades, no es conveniente entremezclarlas a menos que se tenga un dominio yogui de los vórtices del vehículo más elemental), consiste –el ejercicio– en programar, previo a la disposición para la escritura, una salida táctica a los lugares frecuentados por las personas de su aspiración intelectual, entrar lo más indiferente posible y evaluar el ambiente de reojo. Es importante la música de fondo, no así el consumo de alcohol: reblandece la capacidad volitiva bloqueándose las substancias adrenérgicas. Si se percibe un estado de exaltación muscular, óptico, magnético, o químico (más asertivo), ubicarse en la esquina más visual de la barra, sacar las antenas de la imaginación y empezar a ver sin escuchar. La causa es, que la primera atracción dérmica del campo energético se desencadena por el armazón físico y… si el contenido comunicativo del objeto es desparpajo e inconsistencia (como de intelectuales se trata), caería –hasta el piso– la vehemencia.

El otro elemento a considerar es mantener la distancia, nunca marcarla con los brazos y las manos en actitud de pared, sería descortés; además peligroso por la sensibilidad táctil. Es importante demarcar un territorio dentro del cual el objeto a seducir se sienta cohibido de profanar. Esto se puede hacer en un juego de mirar y no mirar, indiferencia y deferencia; de manera que el objeto se sienta confundido y no sepa si es sí o es no. Una sonrisa seria y una mirada dulcemente extraviada, una llamarada de fuego y un olvido; un ir y venir por sombras y claridades.

En esta praxis, la filosofía Corín Tellado fue un tanto sabia, aunque al final no sostuvo su tesis, se le extravió en el lugar común. Todas sus novelas comienzan con una indiferencia ardorosamente tensa entre sus protagonistas, que va encendiendo las fogatas, que en este caso -dado lo baladí de las historias-son subutilizados para el propósito estéticoamoroso que nos preocupa. En el caso de los y las artistas, la compresión del hidrógeno, oxigenado con la brisa de las noches de bohemia en los hombros desnudos del imaginario, y los sonidos melodiosos de boleros y algo más… cual gong japonés, despertarán el estruendoso don de la creación. Así, palabras e ideas, casi atropelladas, comenzarán a rodar voluptuosas y voluminosas por la habitación de la soledad neuronal.

Se debe evitar a toda costa el enamoramiento… tendría el mismo efecto que el alcohol: ebriedad auditiva, ceguera perceptiva… impedirían la lucidez necesaria para el arte -único fin- produciéndose una confusión de sensaciones, humores, secreciones y energías del mismo voltaje, pero con propósitos autodestructivos (apagones fulminantes) del tiempo, el espacio y lo más grave del imago creador. Dado que la sierpe al morderse su propia cola se desahoga desoyendo la magia que ofrecen las sombras y los silencios… y las incertidumbres.

En el Diario de un seductor (Barcelona, España, Ediciones 29/Libros, Río Nuevo, 1984), Soren Kierkegaard consustanciado con Johannes, el personaje-autor del diario, manifiesta que para este seductor el fin de su existencia no era otro que vivir poéticamente, y en la vida había sabido encontrar, con un sentido muy agudo, lo que hay de interesante y describir sus sensaciones lo mismo que si se tratara de una obra de imaginación (p.5). Sabía sacar partido del placer, gozaba en ser el «objetivo estetivo» (sic). Disfrutaba estéticamente de su propio ser, se deleitaba de modo egoísta de cuanto la vida le concedía, y de aquella concepción poética con que impregnaba la realidad (p.6). Además, padecía de un exacerbatio cerebri: el mundo real no tenía suficientes estímulos para él (p.7). Por ello sedujo a Cordelia: «por medio de sus finísimas facultades intelectuales, sabía inducir de forma maravillosa a una muchacha a la tentación, ligarla a su persona, incluso sin tomarla, sin desear siquiera poseerla en el más estricto sentido de la palabra» (p.7). Johannes «sabía conducir a una muchacha hasta sentirse seguro de que ella iba a sacrificar todo por él. Y cuando lo había conseguido, cortaba de plano» (p.7). Para él, los seres humanos no eran más que un estímulo, un acicate; una vez conseguido lo deseado, se desprendía de ellos lo mismo que los árboles de sus frondosos ropajes; él se rejuvenecía mientras las míseras hojas marchitaban» (p.9).

Es bueno destacar, que esto se va dando en Johannes sin una clara conciencia esotérica de la potencialidad de los centros magnéticos vitales de su cuerpo etéreo, ni de su voracidad energética para crear alguna forma de arte. Por lo que se va debilitando en las dudas… al sentir necesidad de castigo, de expiación, no puede cortar mentalmente con las imágenes sufrientes de sus víctimas, por lo que va dejando hilos aquí y allá, que lo enredan en una maraña de intranquilidad peligrosa para su corazón ya bastante agitado. Pese a ello, Kierkegaard piensa que «el castigo, para él, tendrá un carácter puramente estético: un despertar resulta demasiado ético (...) la conciencia se le aparece tan sólo bajo la forma de un conocimiento más elevado, que se expresa como una inquietud (...) que lo mantiene despierto y, al inquietarle, lo priva de todo reposo» (p.10). Estado de desasosiego que cultivaría un seductor consciente (artista, escritor), para desarrollar estéticamente su arte, su literatura, a partir de la exacerbatio sedution, aprovechando los movimiento energéticos de los chacras del cuerpo astral.

No necesariamente la seducción se manifiesta como el encantamiento amoroso de un ella o un él. Se puede seducir a una colectividad, a un país, a un continente. De hecho la oratoria y el canto, por nombrar algunas actividades encantatorias son formas de seducción, como también lo pueden ser una palabra, una lectura, suave y tersa, una mirada, una sonrisa, unas manos que danzan en delicados gestos, unos hermosos pies apenas calzados, unas manos gruesas que abarcan el mundo, un traje, una camisa, una falda; un silencio, unos ojos tristes, una mirada semi ladeada; un libro, una teoría, una filosofía. En fin, todo lo que sea capaz de cautivar, encantar, hechizar, conducir, tentar, captar, fascinar, atraer, deslumbrar, engolosinar, halagar y hasta embaucar.

No olvidemos que seducir es captar adeptos. Lo importante es saber para qué, y lograr desapegarse, cortar drásticamente y a tiempo, antes de que creamos que somos suficientes; demasiado grandes para el mundo y sus habitantes.

Ahora bien, si nota que la literatura, el arte, no bastan; que aún queda un hueco insaciable por llenar, enamórese, ame, despójese de todas las máscaras de la intelectualidad, y simplemente sea humano, sensible, que se estremece ante el otro; pedazo que falta para completarnos. Elija bien, pese, sopese, mida, determine, deje madurar en el tiempo el abordaje primero, de manera que no se equivoque y no tenga que saltar de baranda en baranda buscando especies para completar las degustaciones que no se pudieron saborear la primera vez.

Nota de la traductora
Juanerma Orígenes, personaje de Tantos Juanes... después de haber escrito varios ensayos sobre la teoría expuesta, recogidos en el libro inconcluso y aún inédito: Las puertas de la seducción, falleció de dos infartos, uno a quince horas del segundo. Sin embargo, por la autopsia se logró determinar que no fue producto de la práctica de su teoría, sino de un soplo arrítmico, congénito, hereditario y kármico.