12 de octubre de 2012

Estupefacta miro arrodillada en el perdón






ESTUPEFACTA MIRO ARRODILLADA EN EL PERDÓN




Bombas negras y bombas grises de palabras y gestiones… de allá para acá y de aquí para allá.

Bandos ingenuos ustedes y nosotros, o nosotros y ustedes, el orden de los factores no altera la destrucción de sensaciones apacibles, los huesos amados desperdigados, masacrados en el silencio castigador o en el sarcasmo de quien se sabe en triunfo.

La orden ni siquiera era ganar. Era miedo a perder...

Perder los espacios ya ganados por los unos, tal vez con prebendas que aseguraban un futuro con abundancia en regalías por, tal vez, la nada (o poco) en los esfuerzos.

Perder el libre tránsito por las aceras comunes a la infancia donde se nació y se creció, la libertad de decidir los colores y las texturas, los sonidos y las áreas de esparcimiento y producción.

¡No perder, no perder! Y las bombas grises y las bombas negras iban y venían sumándose en esa mezcla narcótica del miedo y la rabia y la inconsciencia del perder...

Y los huesos desbaratados fueron sumándose, despedazados los afectos más entrañables, los hermanos contra los hermanos, los hijos contra los hijos y los padres, los tíos contra los sobrinos y los primos, los nietos, los biznietos. Desmembrados, sin formas de cuerpos amorosos para abrazarnos en Navidad. A gritos mudos nos estaremos preguntando si habrá redención que nos salve a tiempo para los abrazos.

Marial (10 octubre 2012)