7 de marzo de 2011

MIEDO A PÁJAROS INSÓLITOS

A Carlos Ferrer Guillén (Kalalo)

Algunas veces me pregunto, casi con desesperación, si él sentirá lo mismo que yo: pájaros de tan insólitos colores piando todas las mañanas, en fiesta permanente sobre trozos de banano pintón, granos de arroz con cáscara. Migas de galletas dulces…

Casi nunca nos abrazamos, ni nos decimos palabras tiernas. No obstante nos miramos por las tangentes de los ojos. Nos seguimos, nos escuchamos. Estamos atentos al movimiento de cada uno. Sabemos hasta los más mínimos detalles.
He percibido, gozosa, la manera velada como me cela de mis amigos. Justo cuando alguno de ellos me visita, cuando estamos muy cerca hablando entusiasmados de algún tema… se acerca con algún pretexto tan variado como original y me hace preguntas. De esas que ameritan ir con él hasta su cuarto por la necesidad de saber el contexto que indaga. Única forma de dar con la respuesta más o menos considerada. ¿Cómo es eso de la traslación ingrávida del planeta Tierra? ¿Había niñas cuando las andanzas de los dinosaurios? ¿Por qué el cielo varía los azules? ¿Cómo se hicieron las primeras semillas? ¿Hay otro mundo donde están las estrellas? ¿Siempre va a llegar el otro día? ¿Si el sol se cae nos quemamos todos? ¿Cómo se sostiene la luna si no se ven los hilos? ¿Cómo es eso de los átomos? No es verdad que todo tiene átomos, porque en las sombras y los reflejos del espejo no puede haber átomos. ¿Las abuelas siempre se mueren primero?

La primera vez que notó que no amanecí en mi habitación… (Todas las mañanas, casi al amanecer, tocaba mi puerta con suavidad y abría para cerciorarse de que yo estaba ahí). Esa vez la cama estaba vacía, demasiado arreglada, sin una arruga… lloró muchísimo. Sin embargo, cuando regresé de viaje no fue capaz de decirme cuánto me había extrañado, parecía que le hubiera dado lo mismo. Me abrazó como se abraza a cualquier amigo, diciéndome: “Hola, qué tal, cómo te fue”. Su indiferencia expresiva desde ese acontecimiento se hizo casi inquebrantable. Un día, en el desayuno… (me vio hacer maletas) me dijo: “No te doy permiso. Soy el hombre de la casa”. Tuve que salir corriendo a reírme donde no me viera para no vulnerarlo. No lo podía creer, seguía celoso, le dolía que me ausentara de nuevo. Me iba a echar de menos, con dolor; pero no se atrevía a decírmelo ojo a ojo.

Fui entendiéndolo. Yo (peregrinamente) sentía lo mismo: aprensión. Alguno de esos viajes podía ser el último de mirarnos sintiéndonos. Acaecía pánico de mi cama demasiado ordenada, sin habitante. Él había visto una película donde el ojo de la cámara mostraba todos los espacios vacíos que anunciaban la ausencia de una abuela.

En el último viaje, empezó a abrirse un poco más. Me pidió que le trajera un libro muy gordo que tuviera muchas páginas y muchos colores. Apenas deshice las maletas me dijo: “Cuando te vas los pájaros no vienen a la casita de las comidas. Miki casi no ladra, se la pasa como pensando detrás de la puerta de tu cuarto, ni siquiera es para que la abran. El sol casi no sale, y del cielo cae tanta lluvia que no me provoca ir a la escuela”.

Yo, que también tengo miedo de que se encariñe conmigo y… luego le falte… no fui capaz de contestarle más que con un borbotón de lágrimas medio contenidas. No le dije que mi corazón parecía dos rodillas saltando rayuela mientras bailaba una danza gitana.

6 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

Tu relato me ha encantado. Sobre todo esa manera poética de transmitir las emociones, los sentimientos, la forma de narrar. El texto engancha y se deja leer.
Saludos desde Canarias

María Luisa Lazzaro dijo...

Gracias Felicidad por tus estímulo lector... aún no termino de entender bien la cotidianidad de los blogs... tus palabras me alientan a seguir, gracias mil

saludos desde Mérida Venezuela, la ciudad del Pico Bolívar y de las montañas andinas.

Pilar Moreno Wallace dijo...

Cuántos interrogantes nos presenta la vida! Cuántos sueños sin resolver! Quizás, sí, quizás si conociéramos las respuestas perderíamos la poesía de lo inconcluso. O puede ser que temamos ante la última pregunta y no tengamos tiempo para más.
Por vez primera me encuentro con tu blog; espero volver más.
un abrazo.

María Luisa Lazzaro dijo...

Querida Pilar, tu siempre ahí con la palmadita espiritual en la palabra y en la vida, ciertamente el tiempo con su voracidad "natural" nos genera miedo, el de no estar para quienes nos aman, pero sobre todo para seguir estando ahí con ellos y con nuestros sueños, nuestra vocación de crear y atender a la familia... recibe un abrazo grande y mi admiración por las cosas que escribes que son estupendas.

Fiorella P. Sanz dijo...

Ay me encantó! Ya lo había leído pero me ha vuelto a encantar! =) Mi mamá te envía saludos! Y sí, me gustó mucho... es más ese cuento me lleva hasta el patio de tu casa, donde estan los jardínes y donde por primera vez me ensañaste el arbol donde todas las mañanas los pájaros cantan.

María Luisa Lazzaro dijo...

gracias querida Fiorella, gracias expresar tu lectura con visualización incluida, recibe un abrazo afectuoso