13 de marzo de 2011

DESCRIBIENDO LOS CORDELES

a Marina Mora y Geomar Rodríguez



Él me va describiendo las amapolas y los cordeles de la vida. Yo voy escuchando, desde sus manos cada color, inédito, sin referencia alguna.

Nunca supe distinguir más que las formas que mis dedos delineaban, buscando entre texturas y consistencias los conceptos que la vida me iba trasmitiendo por los oídos frágiles, apenas audibles. Imaginando desde esa candidez de niña que iba creciendo sin saber cómo era eso de la estatura, lo masculino y lo femenino, la belleza, la fealdad; lo negro, lo blanco, lo amarillo; el rosa, el rojo, lo matizado, lo homogéneo; lo armónico, lo desarmónico.

Antes de que él se posesionara con seguridad de mis tierras infecundas, la existencia transcurría como una línea recta sin grandes tropiezos; pero sin jardines, ni acantilados ni farallones que me dejaran con la boca abierta por la maravilla. No sabía otra cosa que ese andar dirigido por destinos asignados, guías de camino para que no me lastimara. Y si sucedía tener a tiempo un remedio que me suavizara el calvario de depender de quienes algún día me vieran como una carga. Aunque había generosidad en quienes me nutrían, no dejaba de sentir ese temor a restar o sumar inútilmente. Sentimiento de que en algún momento la fuerza del sentido “común” me llevara a renegar de haber nacido. En lo que pensaba a menudo.

Un día apareció, no sé por cuáles designios. Entró con esa fuerza con que Rosario de la Cerda lo modulara en una carta poema a su Neruda: “Entró a mi vida, como él mismo lo dice en un verso, echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de enamorado. Desde el primer instante se sintió dueño de mi cuerpo y de mi alma. Me hizo sentir que todo cambiaba en mi vida. Esa pequeña vida mía de artista, de comodidad, de blandura, se transformó, como todo lo que él (Neruda) tocaba”.

Sus manos fueron recorriendo cada centímetro de mi cuerpo describiéndome con total precisión poética los colores y las formas de todo cuanto fue creado por la naturaleza, divina e inefable. Y todo cuanto el ser humano fue y sigue diseñando desde las ciencias exactas e imprecisas; la astrológica, la esotérica y la mágica.

Nací con escasa luz en los ojos, campanas imperfectas en mis oídos, sin acordes fabulosos en mi garganta. El vientre de mi madre no pudo abrir íntegro el canal lumínico que me correspondía como personas. No recrimino, posiblemente nadie le dijo que la rubeola podría atentar contra algunas de las facultades a las que tenía derecho. Tal vez le dijeron que tenía que deshacerse de ese bultito pequeño y no lo hizo. Tal vez tenía que nacer para esta experiencia, para esta forma distinta de ver cordeles y amapolas. No sé si hubiera preferido ser completa como todos los demás, creo que sí. De lo que estoy segura es que, para mí, es un agasajo sensitivo. Intuyo que no todas las personas tienen el privilegio de precisar, desde unas manos, la más delicada música del universo.

(del libro ¿Cómo contarlo? (Mérida, Asociación de Profesores de la ULA, 2006)
PD. Este cuento lo escribí luego que leyera una entrevista que le hicieron a  
      Marina  Mora en un día de la MUJER, en el Diario Frontera de Mérida
      Venezuela (me gustaría que ella lo leyera, no la conozco personalmente).
      Ella hablaba de cómo su marido la había ayudado a "ver" y "hacer".

2 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

María Luisa, la literatura, entra otras muchas de sus funciones, tiene una primordial y es la de dotar al silencio, a los silencios, de palabra, de lenguajes sensitivos, de dar y poner voz a los demás. Y en este ralato, con ese lenguaje tan poético que ilumina tu estilo, lo logras. Me emocionó muchísimo. Encantada de leerte. Es positivo que vuelvas a relanzar el blog, así los lectores tenemos páginas y días para visitarte.
Un abrazo

María Luisa Lazzaro dijo...

Querida amiga, no sabes cuánto bien me hacen tus palabras, no por ego, sino porque me he estado dedicando más a los demás, al entorno, descuidando mi vocación desde niña, por la que he dejado otra profesión, científica, porque era muy fuerte el llamado de la palabra y el imaginario... Comencé la web con poco entusiasmo porque me cuesta entender -al principio- las nuevas tecnologías, gracias a una amiga wmaster que cree en mí, me abrió el blog, y me enseñó algunas cosas, otras me las enseñó la poeta Ophir Alviárez, pero estaban lejos de mí para recordarme o entusiasmarme con el seguimiento. Hasta hace unos días en que casi me obligué a seguirlo, sentí una gran necesidad de expresarme hacia afuera...

Tengo otro reto... seguir con lo nuevo... con la tercera novela que la mareo y la mareo dándole vueltas pero no la concluye, y es porque requiere de una enorme energía: la energía de encontrarle sentido al para qué... por qué... Y tú querida Felicidad me estás llevando a retomar mi verdadera vocación, mi verdadero oficio...

Gracias querida Felicidad... te debo la vida de Talitha Cumi, levántante y anda... tú estarás ahí dándole sentido a su existencia... gracias